La terapia de pareja, término que sustituyó a la llamada ‘terapia marital’, está dirigida a personas que mantienen una relación con dificultades de convivencia.
En determinadas situaciones, resulta evidente que una relación ha llegado a su fin. La terapia de pareja no tiene como objetivo mantener la relación a cualquier precio, de hecho, hay relaciones que si prosiguen ponen en riesgo la integridad física y emocional de uno o ambos integrantes.
En estos casos, algunos psicoterapeutas motivan a los cónyuges a reflexionar acerca de qué tanto su unión es viable y si disolverla sería lo menos lesivo para ambos.
La terapia de divorcio ayuda a la pareja a llevar a cabo un buen divorcio, menos traumatizante y doloroso. Muchos psicoterapeutas coinciden en que esta terapia es una última salida, cuando todos los recursos se han agotado para rescatar la relación, reforzar los vínculos afectivos y fortalecer las áreas frágiles.
La parte central del proceso emocional del divorcio es recuperarse de ciertas experiencias negativas, dejar ir al compañero y dar por terminadas las esperanzas, sueños y expectativas que se habían depositado en el cónyuge y en la relación.
Cada integrante de la pareja tiene anhelos e ideales diferentes, por lo tanto, tendrán experiencias emocionales distintas durante este proceso. De acuerdo a la educación tradicional es común que las mujeres depositen su identidad en la relación de pareja y sientan que, con el divorcio, pierden una parte significativa de su ser, renunciando a ser ‘la mujer de…’.
Asimismo, socialmente se les hace responsables del éxito del matrimonio, la felicidad del marido e hijos, la protección emocional y se le exige el sacrificio por ellos, aunque tengan que renunciar a sus necesidades y deseos. Como resultado, al divorcio lo acompañan sentimientos de culpa, ansiedad e incertidumbre. En la terapia de divorcio el psicoterapeuta contribuye para que la mujer reconozca sus fortalezas, competencias y capacidades para salir adelante sola.
En general, la terapia de divorcio ayuda a:
- Asimilar algunos cambios de vida, y establecer nuevos acuerdos de convivencia.
- Romper con la idea de que el divorcio es sinónimo de fracaso y desintegración familiar, y sustituirla con la posibilidad de cambio y crecimiento.
- Transitar por los diferentes sentimientos y situaciones que acompañan al proceso de duelo.
- Aceptar la responsabilidad de cada miembro de la pareja sobre su propia conducta.
- No perder de vista las necesidades de los hijos para evitarles, en lo posible, las secuelas del divorcio.
- Aceptar la disolución matrimonial, aprender a vivir sin el otro y dejarlo ir.
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